ADIOS MUCHACHOS

ADIOS MUCHACHOS

Ma. Elena Solórzano

“Adiós muchachos compañeros de mi vida, querida escuela hoy te abandonó, me toca a mí hoy emprender la retirada y digo adiós a esta alegre muchachada...”

Ese tango (parafraseado) arrabalero y sentimental se cantaba en las despedidas, cuando los alumnos, ya casi unos hombres, dejaban la escuela al concluir el sexto año, pues por los años cincuentas cantarlo era de ley y además echar la imprescindible lágrima, sobre todo las niñas si no derramaban suficiente líquido, la despedida no tenía sabor. Hay que tomar en cuenta, que en aquel entonces, la edad de los niños inscritos en el ler. grado eran de siete a doce años y al terminar contaban con trece y hasta veinte años, unos adolescentes pues.

El Sr. Manuel Aguilar González fue alumno de la escuela primaria “Vidal Rivero” y nos cuenta que había una palmera enorme y unas tapias de adobe muy grandes, eran cinco piezas las que estaban habilitadas como salones, eran unos cuartos descubiertos y sin ventanas, unos simples paredones que formaron parte de la hacienda Vidal Rivero. Las condiciones en las que estudiabamos no eran muy buenas, por ejemplo: los baños eran unas fosas sépticas hechas con cajones, un día se cayó un niño y el Profr. Pinto lo sacó todo sucio y que nos manda por unas cubetas con agua para bañarlo y entonces se pidió una toma y las autoridades la concedieron, eso sirvió para que el maestro nos bañara cada ocho días en la dichosa llave, pero en ese tiempo los papás no se enojaban, los maestros nos gobernaban con mucha disciplina y ¡cuidadito de faltarle al maestro porque ya nos andaba!... el Profr. Cárdenas nos daba de reglasos.

Yo estaba en el turno vespertino y decían que había una gallina negra que espantaba a los niños que se retrasaban por quedarse a jugar trompo, canicas, balero, matatena con los huesitos de chabacano o el garambullo, tomabamos huesitos y el que alcanzara a tomar más era el que ganaba y decíamos: “garambullo, garambullo alza el puño”; con una pelota de esponja se hacían diez hoyos y se ponía un nombre a cada hoyo, con la pelota se tocaba la espalda del compañero, el corría de una pared a otra, el que era alcanzado por la pelota perdía, el castigo era ponerse de cara a la pared y le daban pamba, en aquel entonces no había televisión, ni maquinitas, por eso los pasatiempos eran tranquilos e ingeniosos, nos divertíamos mucho y no eramos tan violentos en nuestros juegos como hoy en día.

En la escuela antigua o sea en la Vidal Rivero todas las tardes nos daban atole y un bolillo (de parte de la Secretaría de Salubridad y Asistencia), hacíamos “cola” y gritábamos : “Ya llegó el carro que nos mantiene y con un bolillo nos entretiene” y todos hacíamos una escandalera con los pocillos.

Yo empecé a trabajar a los trece años, me apuntaba en la escuela, me salía y así estaba hasta que hice mi quinto en cuarenta y ocho y terminé mi sexto año en la escuela “Francisco de Paula Herrasti”, este es el certificado que me dieron por haber terminado la primaria. ¡Está muy bonito! hecho con letra cursiva, ahora parecen boletas de contribuciones.

El señor Carlos Morales Pérez nos dice que en 1948 se inauguró la Escuela “Francisco de Paula Herrasti”. Aquellos tiempos yo siento que fueron más bonitos, la organización era mejor, los directores mandaban, los maestros eran disciplinados, ahora son muy respondones con la autoridad y los alumnos que miran su comportamiento po’s son retobados y groseros con los maestros y ahí va la cadenita. Antes nos hincábamos para recibir la bendición de nuestros padres y nunca les alzábamos la voz y si eso ocurría les pedíamos perdón.

Atrás del foro había un salón donde cada ocho días nos daban cine y nos vendían dulces; me gustaba mucho, me reía con las películas, recuerdo también las de emocionantes aventuras como las del primer tarzán Johnny Weissmuller, nadador y campeón olímpico de ascendencia austriaca, una de las estrellas femeninas fue Maureen O’Sullivan, algunas de las películas que nos exhibieron: Tarzán de los monos, Tarzán y su compañera, Tarzán y su hijo.

Recuerdo con mucha gratitud y cariño a Leonel Sánchez, un magnífico maestro, hasta Inglés nos enseñó, los profesores eran muy trabajadores, no faltaban, ni había tantas juntas como ahora, en las que alegan y alegan y nunca se ponen de acuerdo ni se pondrán. El maestro Leonel impulsaba mucho el deporte y nos llevaba a jugar futbol a los campos que estaban allá por Vallejo. Hacíamos torneos con las demás escuelas y teníamos nuestra buena porra.

Entre los compañeros que recuerdo está el ”Pifas” que ya murió, vivía por San Francisco, por donde está la estatua del cura Hidalgo, precisamente por la calle 26, era tremendo, nos perseguía, nos golpeaba,

fue un mal alumno, burrito, burrito...Benito se recibió de médico, Francisco Bernachi era el más aplicado, muy inteligente, muy calmado, le perdimos la pista, los Quezada eran el diablo para las muchachas, enamorados y novieros, ellos venían allá del Arenal.

Parece que fue ayer, pero ya han pasado cincuenta años...

Ma. Eugenia Sánchez Luna era una maestra muy cariñosa, muy exigente en puntualidad, limpieza, el uniforme debía estar implecable, nos dice Selene Anaid Rodríguez Macías ( alumna de los años ochentas), el uniforme era un júmper a cuadros rojos verdes y amarillos, blusa blanca, calcetas rojas, suéter rojo y zapatos negros.

En esa escuela asustan, en los baños hasta el fondo estaba escrito con sangre: “El payaso volverá”. Dicen que allí estuvo un circo y había un payaso que raptaba niñas, les cortaba la cabeza, las untaba con limón y sal, las colgaba en un cuarto, las coleccionaba...

Cuentan que un día... una niña del turno vespertino fue al baño, escuchó ruidos y vio chorreando sangre, la niña desapareció y no volvieron a saber de ella por más que la buscaron, sus papás vieron el letrero que decía: “El payaso volverá.”

Durante la fiesta de clausura entré al salón de actos, estaban algunas gentes platicando, la radio conectada, de pronto hubo un repentino cambio de estación y se escucharon unos cantos extraños, como de monjes dolidos, la puerta se azotó, dicen que esos espantos eran frecuentes y daban señales como: tocar un brazo, gritos, etc. Yo lo viví, por eso te digo que en la “Herrasti” espantan...

1 comentario:

  1. simplemente maravilloso, me encanto esta leyenda, yo estudie tambien en esta primaria por alla en el 88 y me trae infinidad de recuerdos, mil gracias!

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