La virgen de lentejuela

Carmelita padeció un acceso de tos asmática tan fuerte que sus familiares la internaron en un sanatorio. Ella sentía que la enfermedad la vencía, sentía miedo de morir, en esa cama de hospital. Ella siempre se encomendaba a su Lupita, a su Virgencita morena. Carmen se sentía muy sola, recorrió con la vista el cuarto pintado de blanco, frío, sin ningún adorno.
        El cansancio la venció y se quedó dormida, cuando despertó las sombras empezaban a envolverlo todo, una afanadora, prendió la luz, para decirle: siéntese, le traigo la cena. Tomó los alimentos con desgano y se volvió a recostar.

Luego entró la enfermera para darle las medicinas y aplicarle una inyección, cuando salió apagó la luz y todo quedó en tinieblas. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando exclamó para sus adentros. ¡Qué sola me siento! Virgencita quisiera tener tu santa imagen frente a mí, acompañándome. Cerró los ojos tratando de dormir, pero el sueño se negaba a llegar, cuando abrió los ojos nuevamente, vio una imagen de la Virgen de Guadalupe en la pared que estaba frente a su cama, una hermosa imagen que brillaba mucho como si estuviera bordada con lentejuelas y alguien le enviara un haz de luz para aumentar su brillo.
       
Carmelita estaba cada vez peor y fue necesario ponerle un capelo con mascarilla de oxígeno para que respirara mejor, en sus noches solitarias se consolaba mirando esa preciosa imagen que la acompañaba. Al cuarto día mejoró en forma sorprendente de su padecimiento de tantos años, le quitaron el capelo y el oxígeno, ya eran pocos los accesos de tos, sus bronquios se dilataron permitiendo una respiración casi normal. Por fin dejaría el cuarto. Le preguntó al médico y a la enfermera que la revisaban para darla de alta.  

-¿Donde está la Virgen de Guadalupe? Esa que brillaba tanto por las noches.

Le contestaron que no había ninguna imagen, ni nunca había habido, ella insistió.

-Yo la miré, por las noches resplandecía como si estuviera hecha de lentejuela, alguien la quito de ahí. No le hicieron caso.

-En media hora viene su hijo por usted. Buenos días.

-Señorita enfermera, aquí había una Virgencita de Guadalupe, brillaba, brillaba mucho, echaba chispitas, como de lentejuela, se lo juro...

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